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miércoles, 17 de mayo de 2023

Un genio llamado Patricia Highsmith



Acabo de terminar de leer los Diarios y Cuadernos de Patricia Highsmith, (editorial Anagrama, primera edición, agosto 2022). Tan emocionada me ha tenido su lectura que, cuando la autora encuentra su primer trabajo, y su primer apartamento, me alegra como si le pasara a una mejor amiga. Patricia se ha convertido en alguien especial para mí: como si fuera de la casa, como si fuera de la familia.

Me produjo en su momento mucha curiosidad el hecho de leer a Highsmith, porque ella era muy celosa de su intimidad. Pat está siendo definitiva para mi vuelta a la creatividad, después de un largo período de maternidad en solitario. No podía haber elegido mejor compañera de viaje. Me fascina su enorme ambición, a la altura de su talento, una ambición que se muestra legítima. Se soñaba a sí misma famosa y millonaria, me hace reír y soñar cuando afirma: “Y seré más grande que el Vogue”. Su madre lee sus relatos, está completamente de acuerdo con que se esté buscando la vida como escritora, y acepta su bisexualidad, aunque no deja de molestarla aconsejándole que salga con hombres, y no con mujeres, (la juventud es un período para probarlo todo, uno busca su identidad). La madre también es una mujer interesada en la cultura; no se llevaban bien entre ellas, pero me fascina el hecho de que su madre no la presionara para convertirse en una secretaria de la época, o en una modistilla, sino que viera muy bien lo de tener una carrera literaria: qué se mamaba en Nueva York para que pueda existir una madre así, que no te presione con ganar los garbanzos y te diga que abandones la creatividad en pos de la seguridad.

Asegura Patricia que, a la hora de escribir, hay que buscar la excelencia abstracta. No el dinero, no la fama, no escribir para que te quieran. Me recuerda a la poeta Emily Dickinson, que escribía cartas a sus amigos como si acometiera la redacción de una novela, o la escritura de un poema, siempre buscando la excelencia artística, siempre pensando que cualquier ejercicio de escritura será una magnífica oportunidad para escribir mejor.   

Unos minutos vio Patricia a un hombre, por la ventana, en Italia, y lo convirtió en el falsificador y asesino en serie Tom Ripley, uno de sus personajes más famosos. Cuando empezó a publicar las novelas sobre Ripley, entre ellas El talento de Mr. Ripley, se hizo famosa y empezó a ganar dinero de verdad. La mayoría de los lectores conoce a Patricia como escritora de suspense. Sobre todo es famosa por su capacidad de introducirse con maestría en la mente de los psicópatas. Era morbosa, tenía sueños vívidos y pesadillas que muchas veces plasmaba después en el papel. Misántropa, desconfiaba profundamente del ser humano, algo que no me extraña viendo la época tumultuosa que le tocó vivir, una época muy parecida a la nuestra, un tiempo siniestro que empezó en 2020, con sueños quebrados y emociones rotas.

Cuando empecé a leer sus Diarios, sentí placer al pensar que Highsmith me llevaría de la mano por las décadas de los 40 hasta los 90 del siglo pasado. Quiero decir que ahora miro el siglo XX a través de los ojos de Pat. Si leo a un nuevo escritor, pienso: ¿era contemporáneo de Pat? Me deleito con sus aventuras vitales, ella, veinteañera, ya con un inmenso talento, y publicando sus relatos en revistas literarias, me da muchísimas pistas sobre la creación literaria: sobre todo hay que trabajar la intuición.

He compartido con la autora la vida artística del Nueva York de los años 40. La oferta cultural era inmensa: películas, exposiciones, conciertos. He vivido el maravilloso tiempo de la vida de hacer locuras, de ser joven en una de las ciudades más fascinantes del mundo: siempre digo que si Nueva York no te transforma, es que tienes sangre de horchata. Su inteligencia y genialidad eran muy apreciadas entre sus amigos, la mayoría artistas como ella. También tenía muchos amigos y conocidos europeos instalados en NY que huían del nazismo, de una Europa destruida.

Los años 40 y 50 del siglo pasado fueron tiempos arriesgados y tristes. La segunda guerra mundial marcó a fuego a varias generaciones de escritores entre los que se encontraba Pat. La guerra provocó una herida profunda, colectiva, moral, una crisis de valores, difícil de curar. En 1947 se firma el armisticio de paz, los Tratados de París, donde los aliados ponen las condiciones de un nuevo mundo a construir. Pat se convierte para mí en una excelsa cronista de la guerra que se desarrolla en Europa y en el Pacífico, y comparto con ella su dolor, su pésima experiencia: volvían los soldados mutilados del frente y con estrés postraumático, siendo conscientes de que sus dirigentes les habían utilizado para llevar a cabo una locura. Qué “buena” es la desolación, que te pone en órbita: Pat escribía para salvarse a sí misma de unos tiempos durísimos. 

Patricia entró en el mundo laboral como guionista de cómics, sector industrial floreciente en Nueva York, en el que estuvo trabajando siete años. Un personaje de cómic que se hizo famoso en la época era un soldado norteamericano guerreando en el Pacífico. Trabajando duramente, tanto en los cómics como en su propia obra, Pat pensaba constantemente en ganar dinero, en la ausencia de ingresos regulares, se decía a sí misma “tengo que ganar dinero”, y se daba cuenta de que esta es una idea paralizadora que atenta contra la creatividad. Ella quería llevar una vida lujosa, que fomentara su creatividad. Dice: “Gasto más de lo que ingreso”. Y aún así, consiguió no terminar en la ruina y llevar una vida cómoda en su retiro dorado en Suiza.

Patricia necesita tener tiempo para pensar. También Sylvia Plath lo dice en sus Diarios, que estoy leyendo y espero escribir sobre ello más adelante; las dos escritoras lo dicen: “Cuan genio sería si tuviera todo el tiempo para mí”. Pat se dice a veces a sí misma: “No estoy pensando cuando escribo”. Hay que pensar e ir despacio, un escritor también escribe cuando tiene una idea dando una caminata. Leyendo las noticias un escritor está pensando, también meditando o fregando los platos, todas esas ideas serán la base de futuros relatos, o novelas. Algo sagrado se cuece en el interior de un artista, inaprensible para los demás, y muchas veces inaprensible para el propio artista.  

Leo a comentaristas que acusan a Patricia de ser una alcohólica y una ninfómana. Cómo que ninfómana, realmente disfrutaba del sexo, realmente el placer íntimo colmaba sus expectativas y deseos, y aún así, antes de sus 30 años ya había descubierto que el sexo “es el mayor engaño, más que cualquiera de las atracciones de medio pelo de Coney Island”. ¿Y qué si era todas esas cosas? Era libre, y pagaba el precio, que la dejen en paz. Es cierto que, durante la lectura, Pat me agobia con tanto trajín sexual, pero solo porque mientras me cuenta sus aventuras amorosas no me está hablando de literatura, aún así, la admiro tanto, que me aguanto y sigo leyendo. Este trajín acaba sobre sus 40 años, a partir de entonces tiene menos relaciones, generalmente monógamas y duraderas. También me agobia que beba tanto, que aún no haya conseguido el éxito que le deseo: el financiero. La cultura del alcohol era predominante en el Nueva York de los años 40, así que Pat era simplemente una hija de su tiempo. Gracias a ella, descubro que el Martini es la “bebida oficial” de Nueva York, y ya es apoteósico el segundo Martini que se toma en la comida. Pero en realidad, Pat se avergüenza de sí misma, se asquea, cuando piensa que bebe mucho alcohol, piensa que eso es fatal para llevar una vida de escritora, que sabe muy bien lo que es: una poderosa organización diaria de estudio, descanso y ocio, trabajo y lecturas. Si no trabaja, se siente culpable, y entiendo su desasosiego, cuando uno tiene una inteligencia privilegiada, es un pecado no ponerla a trabajar.

Respecto a la creación literaria, Pat dice que solo trabajar y no jugar, no puede ser. Qué es jugar: salir por ahí, ver a las amigas, dar largas caminatas, viajar, premiar al niño interior, al niño artista que vive dentro de nosotros, que necesita estímulos, y vivir. No se puede escribir nada si uno nunca sale de las cuatro paredes de su habitación, porque la literatura se nutre de la vida.  

Como dice Highsmith, mucha gente no ha escrito nada en toda su vida porque jamás ha tenido intimidad, un buen ejemplo de esto son las madres que pierden la identidad por no tener nunca intimidad; tras la crianza, recobrar esa identidad requiere tiempo y esfuerzo. Era dramática y apasionada: Sola, estar sola, ese era su máximo deseo, para poder escribir, y vibrar, decía que uno debe ser Edgar Allan Poe en su habitación. Después del enorme trasiego de amigos en su juventud, llegan sus años crepusculares: vive en Suiza y se siente sola. Las escritoras tenemos mucho peligro, siempre pedimos estar solas para crear, pero hay que matizarle al Universo, destino de nuestras plegarias, que también nos gusta tener familia y amigos. Patricia mitiga su soledad viajando mucho por Europa, dando entrevistas y conferencias, yendo a congresos, etc.

Dice Pat de sí misma: mi vida ha sido una completa lista de errores, pero también tuvo muchos aciertos, vivió intensamente. Hay muchísimas cosas que te quedas sin saber de su vida, todo lo que no está reflejado en sus Diarios, porque esto es una selección hecha por la editora Anna von Planta, y te da una rabia… Pues eso es, las cosas ocultas, eso es lo que te impulsa a seguir leyendo con voracidad.

Alella Cornell es una amiga de la juventud de Highsmith, es la mujer joven más hermosa, a la que Pat no trata del todo bien, y por lo que se sentirá culpable después, durante toda su vida. Siempre llevaré a la joven Alella en mi corazón, cuando leí su pérdida, fue como si me tragara todo el aire de la habitación y no pudiera expirarlo, el puño al pecho, me incorporé en la cama, del disgusto, sabiendo en ese instante que esa pena y congojo por la muerte de Alella me acompañaría ya toda la vida. Es lo más terrible de sus Diarios, nunca, nunca, olvidaré a Alella Cornell. Para poder leer a Pat, ha sido necesario recibir en mi alma un aguijón, una puñalada trapera de la escritora norteamericana. Yo me pregunto: ¿somos todos tan crueles como Pat? ¿O yo lo soy? Yo creo que sí. Ya pienso que todos podemos ser crueles en defensa propia. Y aún siendo una mujer cruel, la amas, pagas el precio y sigues leyendo. En ella ves al monstruo interior, aunque Pat lo llama el monstruo primitivo, que se refiere a esa maldad interna que todos podemos sentir y ejercer.

Dice Pat que los escritores tienen que beber para poder interpretar varios personajes, que hay que transmutarse, (aunque yo opino que esto se puede hacer sin alcohol), que no entiende a esos escritores que están tan tranquilos escribiendo, que no se convierten en mediums, en transmisores de una esencia intangible y superior, que no son artistas, son oficinistas.

Dice Patricia en una de las páginas de sus diarios: “Según sean las penalidades pasadas, así valoramos las actuales comodidades”. Me deja patidifusa, yo creía que mi comodidad actual era porque el Universo me había escuchado y me había otorgado una vida libre de penalidades, viviendo en el campo, solo dedicándome a escribir y a la familia, pero no, lo que Pat está diciendo es que el agradecimiento no tiene ninguna connotación mística, sino que es un puro alivio por haber dejado de padecer y todo te parece maravilloso.

Una cosa que me hace muchísima gracia, y que no puedo evitar reseñar, son los comentarios que hace Patricia sobre los europeos, dice que los europeos hablan con deleite de cuándo se acostarán. Al día siguiente hablarán de ello con placer, recordarán las sábanas limpias, la bolsa de agua caliente, los libros, las flores. Esto me recuerda a mi padre y su cama, mi progenitor consideraba que la cama es el mejor invento del mundo, lo cual me hacía preguntarme si es que en su infancia dormía en un jergón o qué. Es delicioso observar que Patricia aprende a ser una bonne vivant en Europa.

El final feliz de su novela Carol supuso toda una revolución en el año de su publicación, 1952. La novela fue un éxito inmediato, aunque la publicó con pseudónimo, para no arruinar así su reputación como escritora de novela negra escribiendo sobre una historia de amor lesbiano. Carol me hace pensar que también los diversos funcionales, los neurodivergentes, merecen un final feliz: eso es todo un desafío a los prejuicios de la sociedad. En la novela, una dependienta de Bloomingdales, (Patricia trabajó en su juventud en unos grandes almacenes neoyorquinos), se enamora de una dama de la alta sociedad que es infeliz en su matrimonio. Pat también tuvo novias que estaban casadas: se enamoró con toda su alma de una mujer inglesa que tenía un matrimonio convencional. Caroline, el gran amor de su vida, nunca cedió a las peticiones de libertad y compromiso de Pat y prefirió permanecer en un matrimonio que ella misma percibía como una cárcel. El final feliz de Carol realmente cambió el mundo, ya que hasta ese momento se asociaba la “desviación sexual” con un destino vital desgraciado. Muchísimos lectores homosexuales escribieron a la autora mostrándole su entusiasmo y agradecimiento por el regalo de ese final feliz... Les dio a los lectores la posibilidad: cuando uno puede imaginar algo, es cuando lo puede llevar a la realidad. En el momento en el que crees en una nueva posibilidad, esta se manifiesta, se hace posible en tu vida. ¡Imagina más posibilidades y no dejes de leer para coger ideas!

17 Frases de los Diarios de Patricia Highsmith para la eternidad.  

- “Cuanto estoy (en una relación) con un hombre me siento como si estuviera en una cárcel”.

- “La confianza en uno mismo lo es todo. ¿Todo? Sí, todo”.

- “Como novelista, puedo decir – o me gustaría declarar aquí por lo menos – que el diccionario es el libro más entretenido que he leído”.

- “Un artista no puede vivir consigo mismo y también con una mujer. Cómo se ha conseguido tal cosa es algo que escapa a mi comprensión”.

- “El objetivo de escribir una novela es la propia transformación psicológica”.

- “Moriré rodeada de personas que no entenderán ni una palabra de lo que digo”.  

- “Estar a solas es lo más cercano a ese otro paraíso en la tierra, amar y ser amada”.

- “Mi cobardía, si la hay, estriba solo en la indecisión”.

- “A todas las gentes del mundo cuyo pan de cada día, si lo tienen, tiene el sabor amargo de la injusticia”.

- “La plegaria de un amante: hagamos el favor de comprender que tenemos capacidad de hacernos daño mutuamente y en consecuencia hagámonoslo lo menos posible.”

- “No te enamores nunca de un artista. Cuando llegue la hora de trabajar, te mirará como si no te conociera y te pondrá de patitas en la calle”.

- “Qué dichoso el instante en el que se decide esperar.”

- “Soy tan feliz que a veces me siento estúpida”.

- “Es necesario estar a solas para darse cuenta de lo triste que está uno. Y también es necesario estar a solas para darse cuenta de lo feliz que es. La última sensación es menos común y más asombrosa. Pero las bendiciones de quien está feliz no tienen fin”.  

- “Ojalá pudiera ir a la tienda y comprar chistes en lata. Son tan nutritivos como la sopa”.

- “Por lo menos mi madre morirá con la firme convicción de que tenía razón. A pocos se les concede esa satisfacción”.

- “¡Un brindis por el optimismo y la valentía!

¡Una copa por la osadía!

¡Y laureles para quién dé el salto!” (Diarios y Cuadernos, año 1979)

Gracias por leer, un saludo y hasta pronto

Carmen

 

 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 13 de mayo de 2023

Brujas literarias

Brujas literarias


El libro Brujas literarias. Una celebración de escritoras mágicas, de Taisia Kitaiskaia, ha sido para mí la sorpresa literaria de este año tan duro y extraño, donde he descubierto a varias autoras que no conocía, y he profundizado en el conocimiento de otras. Publicado en 2017 e ilustrado por Katy Horan, el libro me parece un océano lleno de sirenas que nadan sobre las espigadas olas del bello y profundo subconsciente femenino.


Esta especial guía menciona a 30 brujas literarias, entre ellas Gertrude Stein, Sylvia Plath o Angela Carter. Todas ellas tienen una especial capacidad para trascender a la realidad que nos rodea, el talento de crear una nueva visión que en muchas ocasiones nos perturba profundamente a los lectores. Ellas te llevan por un nuevo camino de sentidos y sentimientos, y piensas a veces que te gustaría tener esa intuición afilada como un cuchillo, para poder desbrozar lo intangible, de un modo aparentemente tan fácil como lo hacen ellas.

Como la poeta rusa Anna Akhmatova que, bajo la hambruna de Stalin, estaba en una cola para pedir comida: leche, pan, patatas. Cuando llegó su turno de recoger la comida, la oficial le dio además un huevo dorado y le dijo: “Tú debes contar nuestra historia”. Anna pudo escuchar el corazón salvaje de su nación latiendo dentro del huevo, y asumió como propio el deseo de la oficial.

Para Kitaiskaia, “una bruja es una mujer que existe por y para sí misma. Esposa, hermana, madre, virgen, prostituta, todos estos arquetipos están basados en las relaciones que se tienen con los demás. La Bruja, sin embargo, es una mujer que permanece enteramente por sí misma. Ella es una outsider, una mujer que observa las normas sociales desde un privilegiado “afuera”, es un agente de cambio y su regalo es la transformación.”



Tres destacadas brujas literarias fueron las hermanas Brontë. Emily, la autora de Cumbres borrascosas, escribió sobre el romance cruel y apasionado. Charlotte creó Jane Eyre, y nos descubrió a una protagonista inteligente, sensible, capaz de amar con todas sus fuerzas. Anne, la pequeña de las tres hermanas, escribió Agnes Gray, basada en su experiencia como institutriz. Las tres trascendieron a los páramos que las rodeaban, a una vida aislada en la casa familiar. Las tres fueron institutrices, que en aquellos tiempos era una profesión dura, permaneciendo siempre en un segundo plano de la vida familiar de los empleadores. Charlotte decía de este trabajo: “No tienes existencia, no eres considerada como un ser vivo y racional”. En el cuadro La institutriz, de Richard Redgrave, (1844), se ilustra muy bien la situación de estas trabajadoras del siglo XIX. La institutriz aparece a la izquierda del cuadro, sentada en la oscuridad, mientras sus alumnas, las niñas de la casa, permanecen en la luz.


La poeta Alejandra Pizarnick sólo vivió 36 años. En su lucha contra la depresión, murió por sobredosis en 1972. Sus padres eran judíos rusos y ella nació en Argentina. Se educó en ambas culturas, pero escribía sus poemas inspirados por el surrealismo en español. La poeta atraviesa un papel que tiene en la mano y llega a un palacio. En el recibidor, una mujer toca un arpa de papel y se dirige a ella: “Si no te vas ahora, tú también te convertirás en una muñeca de papel”, así que Alejandra escapa a través de una puerta de papel que la trae de vuelta a casa. Pizarnick escribió sobre la locura y la muerte, el silencio o la ausencia. Escribió: La canción de ausencia de las lilas suena a través de tus propias costillas. Atenta a los sonidos y a las sensaciones, la escritora ha alcanzado fama internacional y en la actualidad es leída por lectores de todo el mundo.


Otra escritora de las mencionadas en Literary Witches es Emily Dickinson, considerada hoy en día como una de las grandes poetas de la lengua inglesa. Dickinson vivió toda su vida en Amherst, Massachusetts. A partir de los 20 años, prefirió cultivar una vida más íntima, rechazando la religión convencional y la extenuante vida social de su acomodada familia. Mantenía una intensa relación epistolar con los amigos, a la vez que cultivaba el jardín de la mansión familiar, y creó una poesía original sobre temas universales: Dios, la muerte, el dolor, el amor. Cuando falleció, en 1886, sus familiares se sorprendieron al encontrar su obra poética: casi 1800 poemas cuidadosamente guardados en un cajón. La familia consiguió publicar sus poemas cuatro años más tarde, y éstos recibieron de la prensa machista de la época críticas feroces: acusaron a Emily de de delirar y de escribir de un modo “demasiado femenino”. Menos mal que vino el tiempo para arreglarlo todo: Emily es una visionaria que atiende a los golpes de intuición que provienen del futuro, como si la poeta se desdoblara entre la mujer del presente y la mujer del porvenir. Su poesía es toda una escuela de lo importante, que ha visto reconocida justamente su lugar en la historia de la literatura universal.


Las brujas literarias nos enseñan a estar atentos a nuestras propias percepciones e intuiciones, a ser consciente de las señales que iluminan nuestro camino. Nos enseñan a transitar por la vereda de los sueños, de un modo mucho más libre que antes de haberlas leído. No hay mejor regalo que, mediante la lectura, y mediante la aventura, te otorguen los instrumentos para poder soñar mejor.


Gracias. Un saludo y hasta pronto.

 


 

A la búsqueda de las mujeres

Una historia ilustrada de las mujeres


Hace un tiempo compré Herstory. Una historia ilustrada de la historia de las mujeres. Mi deseo era atar cabos. Atar cabos entre cosas de las mujeres que había leído en libros, o en los periódicos, o había visto en las películas. Mi intención al comprar este libro era crear una especie de hilván que enhebrara para mí todos estos hechos y acontecimientos importantes relacionados con ellas.

En realidad, los libros ilustrados están viviendo en la actualidad un auténtico boom editorial: es la explosión de lo visual. Son libros preciosos, auténticas joyas de encuadernación e ilustración, que en un principio se publicaban para un público infantil, pero los volúmenes ilustrados también han conseguido fascinar a los adultos.

Herstory trata sobre el papel de muchas mujeres destacadas, desde la prehistoria hasta el siglo XXI; quizás no alcanzando una gran profundidad, por lo extenso del tema, pero sí sirve para ubicar a tantas mujeres que sabías de ellas, pero ahora te das cuenta que no sabes tanto.

He conocido a través de este libro a muchas mujeres que estaban ocultas para mí: mujeres bereberes, chinas, japonesas, indias, que han destacado a lo largo de la historia y me han hecho aprender cosas heroicas y deliciosas relacionadas con otras culturas. He conocido mejor a la pintora Artemisia Gentileschi que en el siglo XVII, fue la primera mujer admitida en la Academia de Dibujo de Roma, y dejó esta frase para la posteridad: “Mientras viva, tendré el control sobre mí misma”, adelantándose así a Mary Wollstonecraft que afirmaba: “No quiero que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”, una frase revolucionaria que aún mantiene su vigencia: en este mundo que vivimos muchas personas no soportan la libertad de las mujeres para decidir sobre sí mismas y sobre su destino.

La revolución francesa mostró a las mujeres el techo de cristal. Y me ha encantado saber sobre mujeres piratas del siglo XVIII, sobre mujeres en Latinoamérica luchando contra la esclavitud en el siglo XIX, también conocer con más detalle el sufragismo inglés y norteamericano, o la revolución mexicana donde las “soldaderas” ejercieron un papel fundamental. Ya en el siglo XXI, el libro narra los principios de la marea feminista española. Habla del #MeToo, donde mujeres de todo el mundo contaron los abusos que habían sufrido, con la esperanza de que en un futuro próximo no se necesite confesar traumas individuales para entender opresiones comunes.

Leí también los dos tomos de Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, maravillosamente ilustrados. Los dos libros son inspiradores, tratan sobre grandes mujeres que te propulsan a tener tus propias ideas sobre la superación y la constancia a la hora de conseguir tus sueños. Muchas de esas ideas son auténticos manuales de supervivencia. Por otro lado, algunas historias de estas grandes mujeres asustan, y te sorprende conocer cuanta muerte trágica se produce por la lucha por conocer la sabiduría y la justicia, por trabajar contra las desigualdades. Leyendo sobre estas mujeres valientes, al final te queda la sensación que, como mujer, sólo siendo realmente heroica puedes destacar en tu área profesional.

Leyendo estos “cuentos” encuentro frases prodigiosas. Florence Chadwick, nadadora, fue la primera mujer que cruzó a nado el canal de la Mancha, y decía acerca de sus largas travesías marinas: “Mantengo una imagen mental de la orilla mientras nado”. Todos podemos mantener una imagen mental que sea el ancla que nos amarre cuando intentamos conseguir nuestros objetivos.

Eleanor Roosevelt, que fue primera dama de los Estados Unidos, y dirigió la creación de la Declaración de los Derechos Humanos, dijo: “Haz todos los días algo que te dé miedo”. Algo que no te apetece hacer, pero sabes que mejorará tu vida. La pintora Georgia O’Keeffe, que pintaba bellos y coloristas cuadros de flores, entre otros temas pictóricos, decía: “Se requiere valor para crear un mundo propio”. Le doy toda la razón.

En España, en los libros de texto de la ESO, las mujeres sólo aparecen en el 7’6% de los contenidos, pero muchas editoriales ya se están formando en igualdad de género, y tanto éstas como las administraciones intentan aumentar la presencia de las mujeres en los materiales didácticos. Es un hecho reconocido que el trabajo de las mujeres ha sido ocultado deliberadamente a lo largo de la historia, así que algo debe cambiar. Como decía la filósofa Celia Amorós: “El feminismo es una revolución y está absorbiendo a todas las demás". Una de las características de la revolución actual es que se desplaza a la mujer blanca de clase media como sujeto universal del feminismo. El feminismo de ahora engloba a todas las razas y a todas las identidades sexuales. Afortunadamente.

Gracias a los muchísimos libros que se están escribiendo sobre mujeres destacadas en la historia, estamos creando referentes femeninos muy valiosos a las niñas. Es encender una luz en la mente de las niñas y las mujeres, una luz que les susurra: “Tú también puedes hacerlo”. Allá donde no llega la educación establecida, llega nuestra propia auto educación a través de nuestra biblioteca, porque, como decía Doris Lessing, “la biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo”.

Gracias, un saludo y hasta pronto.

 

 

 

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