Mostrando entradas con la etiqueta Sociedad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sociedad. Mostrar todas las entradas

lunes, 15 de mayo de 2023

Cuando ser pobre es un pecado

Fotografía: “Las colas del hambre en España”. Fuente: ABC.

 

La escritora y filósofa Adela Cortina, acuñó el término aporofobia mediante su libro Aporofobia. El rechazo al pobre: un desafío para la democracia (2017), libro en el que incide que lo que se odia realmente es la pobreza en sí, más que el hecho de sentir animadversión por otras razas, o por los extranjeros. Aunque matizo que según encamines tus pasos hacia la España profunda, o hacia el Cinturón de la Biblia norteamericano, el odio al forastero, porque sí, sin ningún motivo, prevalece, independientemente de la posición económica del objeto odiado. Muchos demuestran una hostilidad furiosa ante una sociedad que está en permanente cambio. Según Cortina, todos tenemos una predisposición a padecer aporofobia, algo que debemos remediar mediante la educación, la eliminación de las desigualdades económicas, y el hecho de inculcar en las escuelas el respeto a lo diferente.

La actual crisis sanitaria está empujando a muchas personas a la pobreza. Mucha gente ni se había recuperado de la crisis de 2008, (o empezaba a recuperarse), y esto ha supuesto un golpe definitivo a sus precarias finanzas. El reconocido poeta sirio Adonis se pregunta si no es más peligroso hacer que la población pase hambre que el propio virus. El confinamiento supuso la sentencia económica de muchísima gente que come con lo que gana en el día, trabajando en la construcción, o en el campo, o vendiendo cosas en un puesto de mercadillo. Antes de esta crisis ya había trabajadores pobres que dedican el 70 o el 80% de sus ingresos a pagar la vivienda, a cambio de no comer. Como decía el gran Quino: Problema, juegan las negras y dan jaque mate cuando les da la gana.

Según Paul Auster, el racismo, muy relacionado con la aporofobia, es el defecto mortal de Estados Unidos, ya que gran parte de la población blanca es hostil a los inmigrantes, teme al otro, y se siente enfadada por considerarse ignorada por la cultura general. Hay mucha gente que se siente así, también en muchas partes de Europa occidental. La escritora Zadie Smith relaciona el racismo más con el desprecio al otro que con el odio, porque sentir odio implica el reconocimiento de la existencia de otro. El desprecio sólo busca la invisibilidad.

Conozco a través de las redes el síndrome de doña Florinda, término acuñado por Rafael Ton en su libro. Este síndrome se hizo realmente popular con la serie televisiva “El chavo del 8”, (1971). En la serie conocemos a Doña Florinda, que se dedica a odiar a quien esté un poco mejor que ella, aquel que pueda viajar, o que pueda comer en restaurantes de vez en cuando. Los que padecen este síndrome pueden vivir en un barrio obrero, pero a lo mejor pueden pagar el alquiler, e incluso llevar al niño a un colegio privado, (de los más baratos). Votan a la derecha, y marcan distancias con la plebe a la que ellos mismos pertenecen. Como señaló el mismo Rafael Ton: “Repiten como loros “no queremos ser Venezuela”, como si vivieran en Manhattan o en el Principado de Mónaco”. Desgraciadamente este síndrome nos demuestra que hay muchas personas que miden su autoestima por comparación, que se sienten mejor por tener algo de dinero y siendo conscientes de que otros pasan hambre. Esto les hace sentirse triunfadores en esta “pelea” de la vida.

En España, las rentas mínimas de inserción no llegan ni al 10% de la población vulnerable. El ingreso mínimo vital fue puesto en marcha el pasado 15 de junio y a finales de noviembre, dos de cada tres solicitudes no han sido respondidas. La misma Administración ha reconocido que hay un “cuello de botella” para tramitar los expedientes, y que todo va más lento de lo deseable.

En los supermercados de la ciudad o en sus cercanías he visto muchas cosas tristes: Una vecina del barrio que compraba una carcasa de pollo en la carnicería por un euro y medio. También veía todos los meses la compra grande de una señora en el supermercado a primeros de mes: máximo un gasto de 37 euros. Su compra incluía un pollo y muchos macarrones. Comprobé que algunas cajeras hacían un mohín de disgusto a algunos clientes cuando la compra era pequeña. Todo lo contrario de otro supermercado que conozco al que va gente muy humilde: siempre gracias y una sonrisa aunque sólo te gastes un euro.

En la ciudad conocí en la calle a un hombre desesperado porque sólo llevaba moneditas y no le alcanzaba para comprar la barra de pan. Había sido de clase media hasta ayer o esa impresión me dio. También en aquella época conocí a una chica que trabajaba en una copistería. Me contó que luchaba por animar a su marido en paro, y sentía que cargaba el mundo sobre sus hombros, y que estaba harta de ser la única que subía la moral en su casa. En el campo, un camarero me dijo apesadumbrado que antes la gente ayudaba a los pobres, les daban un pollo o unas naranjas, y añadió un punto cabreado: “Ahora te ven muerto de hambre y te dejan morir”.

Quizás ha llegado también al campo esta dureza e impiedad de las ciudades, y aquí todos, en todas partes, estamos practicando a fondo el sálvese quien pueda. La Administración debe ponerse las pilas, incluso sufrir una transformación profunda, para reducir las desigualdades, porque la realidad es más rápida que la burocracia y ahora es imperioso solucionar lo urgente.

Gracias, un saludo y hasta pronto




 

 


 

Viviendo en Shangri La Template by Ipietoon Cute Blog Design and Waterpark Gambang