sábado, 9 de diciembre de 2023

Lady Reclusa


 

 

Descubro en las cartas que escribía a sus amigos la poeta Emily Dickinson, que durante una época tuvo dificultades para escribir, ya que tenía que cuidar a su madre inválida, y dar de comer a su hermano y a su padre. Cuanto talento perdido en la domesticidad. Emily decidió “libremente” encerrarse en la casa familiar para escribir y cuidar de su jardín, era el todo o la nada, harta y extenuada como estaba de desatender a su alma participando de la intensa vida social que llevaban sus padres, un estilo de vida que había quemado como papiro su juventud.

Las escritoras Brontë vivieron prácticamente recluidas toda su vida, en una casa en los páramos de Yorkshire, que Sylvia Plath visitó con su marido, Ted Hughes, en 1956. Apunta Sylvia en sus Diarios que “a las hermanas les daba pena salir, y encontrarse con una sociedad de tontos”. También Virginia Woolf visitó la casa en 1904, bajo la nieve, escribió un artículo sobre sus múltiples objetos y lo publicó en The Guardian. La enfermedad de Virginia la obligaba a pasar largas temporadas de reclusión. Cuando estaba enferma, no podía escribir más que su diario, y a duras penas. Tenía que abandonar novelas, relatos, todo proyecto periodístico.   

En La pequeña Dorrit, novela de Dickens que es una sátira sobre la hipocresía de la sociedad victoriana, el padre de Amy está en la cárcel por deudas. La joven vive en la cárcel también, aunque puede salir libremente. Con esta situación, llega un momento en el que Amy no puede diferenciar libertad de encarcelamiento, lo que me recuerda que hay muchas madres que ni lo saben que están presas. Las madres se vuelven invisibles, como los gordos, como los migrantes, descubres que formas parte de todo lo que el hombre blanco no quiere mirar. Muchos de ellos ni nos odian: con el odio le das una identidad al otro, con la indiferencia lo borras, le niegas su existencia. Leo en prensa sobre las mujeres ingresadas en un reformatorio en el franquismo, por fumar o beber, por portarse mal en casa. Las internas tenían que trabajar durante todo el día, limpiar, coser, la comida era escasa y los malos tratos, abundantes. El objetivo de las monjas era que las internas perdieran la identidad, quebrarlas, provocar su despersonalización. Décadas después, muchas de esas mujeres no han podido olvidar, incluso después de años de terapia.

Debido a la revolución tecnológica, ya no hay niños jugando en la plaza del pueblo. Deberían leer todos obligatoriamente El conde de Montecristo, y saber lo que era estar verdaderamente recluido en tiempos no tan antiguos. Sumergidos en la pecera de La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, entre los jóvenes de hoy en día hay hikikomoris, jóvenes que viven recluidos pegados a la pantalla de su ordenador. También hay fictosexuales, que se enamoran de un personaje de ficción. Este mundo nuevo me apabulla. Me impresiona ese desinterés de muchos jóvenes por desplazarse hacia “el exterior”. Ya lo decía el poeta francés Paul Éluard: “Hay otros mundos, pero están en este”.

En la novela corta Frankie y la boda, (1946), de Carson McCullers, la protagonista tiene 12 años, quiere ir a vivir con su hermano y su cuñada, quiere escapar del pueblo, pero ese sueño nunca tiene visos de cumplirse. Berenice, la cuidadora de Frankie, al ver sus ansias de libertad, le dice: “Todos estamos presos”, indicando que nadie puede escapar a su destino. Las tardes se le hacen eternas a Frankie en la vieja cocina, se siente abandonada y veo que se está gestando una delincuente. Habla de “El nosotros de mí”. En ese “nosotros” no está ni su padre ni Berenice, ni su pequeño vecino, que es casi como un hermano. El “nosotros de mí” se refiere a su hermano y su futura esposa, que se van a casar, desaparecerán, y ella piensa que se sentirá inmensamente sola por el resto de su vida. Y qué va.

Yo estoy con las Brontë, a veces es irrespirable el aire ahí afuera. Sin embargo, suscribo lo que decía Milan Kundera, fallecido recientemente: “Sería tan sencillo encontrar la calma en el mundo de la imaginación. Pero yo siempre he tratado de vivir en los dos mundos al mismo tiempo”. Estemos tranquilos, porque, como escribía la poeta Mary Oliver, y encerrados o no, “el mundo te llama como los gansos salvajes, chillando con excitación, anunciando una y otra vez tu lugar en la familia de las cosas”.

 

 

miércoles, 17 de mayo de 2023

Un genio llamado Patricia Highsmith



Acabo de terminar de leer los Diarios y Cuadernos de Patricia Highsmith, (editorial Anagrama, primera edición, agosto 2022). Tan emocionada me ha tenido su lectura que, cuando la autora encuentra su primer trabajo, y su primer apartamento, me alegra como si le pasara a una mejor amiga. Patricia se ha convertido en alguien especial para mí: como si fuera de la casa, como si fuera de la familia.

Me produjo en su momento mucha curiosidad el hecho de leer a Highsmith, porque ella era muy celosa de su intimidad. Pat está siendo definitiva para mi vuelta a la creatividad, después de un largo período de maternidad en solitario. No podía haber elegido mejor compañera de viaje. Me fascina su enorme ambición, a la altura de su talento, una ambición que se muestra legítima. Se soñaba a sí misma famosa y millonaria, me hace reír y soñar cuando afirma: “Y seré más grande que el Vogue”. Su madre lee sus relatos, está completamente de acuerdo con que se esté buscando la vida como escritora, y acepta su bisexualidad, aunque no deja de molestarla aconsejándole que salga con hombres, y no con mujeres, (la juventud es un período para probarlo todo, uno busca su identidad). La madre también es una mujer interesada en la cultura; no se llevaban bien entre ellas, pero me fascina el hecho de que su madre no la presionara para convertirse en una secretaria de la época, o en una modistilla, sino que viera muy bien lo de tener una carrera literaria: qué se mamaba en Nueva York para que pueda existir una madre así, que no te presione con ganar los garbanzos y te diga que abandones la creatividad en pos de la seguridad.

Asegura Patricia que, a la hora de escribir, hay que buscar la excelencia abstracta. No el dinero, no la fama, no escribir para que te quieran. Me recuerda a la poeta Emily Dickinson, que escribía cartas a sus amigos como si acometiera la redacción de una novela, o la escritura de un poema, siempre buscando la excelencia artística, siempre pensando que cualquier ejercicio de escritura será una magnífica oportunidad para escribir mejor.   

Unos minutos vio Patricia a un hombre, por la ventana, en Italia, y lo convirtió en el falsificador y asesino en serie Tom Ripley, uno de sus personajes más famosos. Cuando empezó a publicar las novelas sobre Ripley, entre ellas El talento de Mr. Ripley, se hizo famosa y empezó a ganar dinero de verdad. La mayoría de los lectores conoce a Patricia como escritora de suspense. Sobre todo es famosa por su capacidad de introducirse con maestría en la mente de los psicópatas. Era morbosa, tenía sueños vívidos y pesadillas que muchas veces plasmaba después en el papel. Misántropa, desconfiaba profundamente del ser humano, algo que no me extraña viendo la época tumultuosa que le tocó vivir, una época muy parecida a la nuestra, un tiempo siniestro que empezó en 2020, con sueños quebrados y emociones rotas.

Cuando empecé a leer sus Diarios, sentí placer al pensar que Highsmith me llevaría de la mano por las décadas de los 40 hasta los 90 del siglo pasado. Quiero decir que ahora miro el siglo XX a través de los ojos de Pat. Si leo a un nuevo escritor, pienso: ¿era contemporáneo de Pat? Me deleito con sus aventuras vitales, ella, veinteañera, ya con un inmenso talento, y publicando sus relatos en revistas literarias, me da muchísimas pistas sobre la creación literaria: sobre todo hay que trabajar la intuición.

He compartido con la autora la vida artística del Nueva York de los años 40. La oferta cultural era inmensa: películas, exposiciones, conciertos. He vivido el maravilloso tiempo de la vida de hacer locuras, de ser joven en una de las ciudades más fascinantes del mundo: siempre digo que si Nueva York no te transforma, es que tienes sangre de horchata. Su inteligencia y genialidad eran muy apreciadas entre sus amigos, la mayoría artistas como ella. También tenía muchos amigos y conocidos europeos instalados en NY que huían del nazismo, de una Europa destruida.

Los años 40 y 50 del siglo pasado fueron tiempos arriesgados y tristes. La segunda guerra mundial marcó a fuego a varias generaciones de escritores entre los que se encontraba Pat. La guerra provocó una herida profunda, colectiva, moral, una crisis de valores, difícil de curar. En 1947 se firma el armisticio de paz, los Tratados de París, donde los aliados ponen las condiciones de un nuevo mundo a construir. Pat se convierte para mí en una excelsa cronista de la guerra que se desarrolla en Europa y en el Pacífico, y comparto con ella su dolor, su pésima experiencia: volvían los soldados mutilados del frente y con estrés postraumático, siendo conscientes de que sus dirigentes les habían utilizado para llevar a cabo una locura. Qué “buena” es la desolación, que te pone en órbita: Pat escribía para salvarse a sí misma de unos tiempos durísimos. 

Patricia entró en el mundo laboral como guionista de cómics, sector industrial floreciente en Nueva York, en el que estuvo trabajando siete años. Un personaje de cómic que se hizo famoso en la época era un soldado norteamericano guerreando en el Pacífico. Trabajando duramente, tanto en los cómics como en su propia obra, Pat pensaba constantemente en ganar dinero, en la ausencia de ingresos regulares, se decía a sí misma “tengo que ganar dinero”, y se daba cuenta de que esta es una idea paralizadora que atenta contra la creatividad. Ella quería llevar una vida lujosa, que fomentara su creatividad. Dice: “Gasto más de lo que ingreso”. Y aún así, consiguió no terminar en la ruina y llevar una vida cómoda en su retiro dorado en Suiza.

Patricia necesita tener tiempo para pensar. También Sylvia Plath lo dice en sus Diarios, que estoy leyendo y espero escribir sobre ello más adelante; las dos escritoras lo dicen: “Cuan genio sería si tuviera todo el tiempo para mí”. Pat se dice a veces a sí misma: “No estoy pensando cuando escribo”. Hay que pensar e ir despacio, un escritor también escribe cuando tiene una idea dando una caminata. Leyendo las noticias un escritor está pensando, también meditando o fregando los platos, todas esas ideas serán la base de futuros relatos, o novelas. Algo sagrado se cuece en el interior de un artista, inaprensible para los demás, y muchas veces inaprensible para el propio artista.  

Leo a comentaristas que acusan a Patricia de ser una alcohólica y una ninfómana. Cómo que ninfómana, realmente disfrutaba del sexo, realmente el placer íntimo colmaba sus expectativas y deseos, y aún así, antes de sus 30 años ya había descubierto que el sexo “es el mayor engaño, más que cualquiera de las atracciones de medio pelo de Coney Island”. ¿Y qué si era todas esas cosas? Era libre, y pagaba el precio, que la dejen en paz. Es cierto que, durante la lectura, Pat me agobia con tanto trajín sexual, pero solo porque mientras me cuenta sus aventuras amorosas no me está hablando de literatura, aún así, la admiro tanto, que me aguanto y sigo leyendo. Este trajín acaba sobre sus 40 años, a partir de entonces tiene menos relaciones, generalmente monógamas y duraderas. También me agobia que beba tanto, que aún no haya conseguido el éxito que le deseo: el financiero. La cultura del alcohol era predominante en el Nueva York de los años 40, así que Pat era simplemente una hija de su tiempo. Gracias a ella, descubro que el Martini es la “bebida oficial” de Nueva York, y ya es apoteósico el segundo Martini que se toma en la comida. Pero en realidad, Pat se avergüenza de sí misma, se asquea, cuando piensa que bebe mucho alcohol, piensa que eso es fatal para llevar una vida de escritora, que sabe muy bien lo que es: una poderosa organización diaria de estudio, descanso y ocio, trabajo y lecturas. Si no trabaja, se siente culpable, y entiendo su desasosiego, cuando uno tiene una inteligencia privilegiada, es un pecado no ponerla a trabajar.

Respecto a la creación literaria, Pat dice que solo trabajar y no jugar, no puede ser. Qué es jugar: salir por ahí, ver a las amigas, dar largas caminatas, viajar, premiar al niño interior, al niño artista que vive dentro de nosotros, que necesita estímulos, y vivir. No se puede escribir nada si uno nunca sale de las cuatro paredes de su habitación, porque la literatura se nutre de la vida.  

Como dice Highsmith, mucha gente no ha escrito nada en toda su vida porque jamás ha tenido intimidad, un buen ejemplo de esto son las madres que pierden la identidad por no tener nunca intimidad; tras la crianza, recobrar esa identidad requiere tiempo y esfuerzo. Era dramática y apasionada: Sola, estar sola, ese era su máximo deseo, para poder escribir, y vibrar, decía que uno debe ser Edgar Allan Poe en su habitación. Después del enorme trasiego de amigos en su juventud, llegan sus años crepusculares: vive en Suiza y se siente sola. Las escritoras tenemos mucho peligro, siempre pedimos estar solas para crear, pero hay que matizarle al Universo, destino de nuestras plegarias, que también nos gusta tener familia y amigos. Patricia mitiga su soledad viajando mucho por Europa, dando entrevistas y conferencias, yendo a congresos, etc.

Dice Pat de sí misma: mi vida ha sido una completa lista de errores, pero también tuvo muchos aciertos, vivió intensamente. Hay muchísimas cosas que te quedas sin saber de su vida, todo lo que no está reflejado en sus Diarios, porque esto es una selección hecha por la editora Anna von Planta, y te da una rabia… Pues eso es, las cosas ocultas, eso es lo que te impulsa a seguir leyendo con voracidad.

Alella Cornell es una amiga de la juventud de Highsmith, es la mujer joven más hermosa, a la que Pat no trata del todo bien, y por lo que se sentirá culpable después, durante toda su vida. Siempre llevaré a la joven Alella en mi corazón, cuando leí su pérdida, fue como si me tragara todo el aire de la habitación y no pudiera expirarlo, el puño al pecho, me incorporé en la cama, del disgusto, sabiendo en ese instante que esa pena y congojo por la muerte de Alella me acompañaría ya toda la vida. Es lo más terrible de sus Diarios, nunca, nunca, olvidaré a Alella Cornell. Para poder leer a Pat, ha sido necesario recibir en mi alma un aguijón, una puñalada trapera de la escritora norteamericana. Yo me pregunto: ¿somos todos tan crueles como Pat? ¿O yo lo soy? Yo creo que sí. Ya pienso que todos podemos ser crueles en defensa propia. Y aún siendo una mujer cruel, la amas, pagas el precio y sigues leyendo. En ella ves al monstruo interior, aunque Pat lo llama el monstruo primitivo, que se refiere a esa maldad interna que todos podemos sentir y ejercer.

Dice Pat que los escritores tienen que beber para poder interpretar varios personajes, que hay que transmutarse, (aunque yo opino que esto se puede hacer sin alcohol), que no entiende a esos escritores que están tan tranquilos escribiendo, que no se convierten en mediums, en transmisores de una esencia intangible y superior, que no son artistas, son oficinistas.

Dice Patricia en una de las páginas de sus diarios: “Según sean las penalidades pasadas, así valoramos las actuales comodidades”. Me deja patidifusa, yo creía que mi comodidad actual era porque el Universo me había escuchado y me había otorgado una vida libre de penalidades, viviendo en el campo, solo dedicándome a escribir y a la familia, pero no, lo que Pat está diciendo es que el agradecimiento no tiene ninguna connotación mística, sino que es un puro alivio por haber dejado de padecer y todo te parece maravilloso.

Una cosa que me hace muchísima gracia, y que no puedo evitar reseñar, son los comentarios que hace Patricia sobre los europeos, dice que los europeos hablan con deleite de cuándo se acostarán. Al día siguiente hablarán de ello con placer, recordarán las sábanas limpias, la bolsa de agua caliente, los libros, las flores. Esto me recuerda a mi padre y su cama, mi progenitor consideraba que la cama es el mejor invento del mundo, lo cual me hacía preguntarme si es que en su infancia dormía en un jergón o qué. Es delicioso observar que Patricia aprende a ser una bonne vivant en Europa.

El final feliz de su novela Carol supuso toda una revolución en el año de su publicación, 1952. La novela fue un éxito inmediato, aunque la publicó con pseudónimo, para no arruinar así su reputación como escritora de novela negra escribiendo sobre una historia de amor lesbiano. Carol me hace pensar que también los diversos funcionales, los neurodivergentes, merecen un final feliz: eso es todo un desafío a los prejuicios de la sociedad. En la novela, una dependienta de Bloomingdales, (Patricia trabajó en su juventud en unos grandes almacenes neoyorquinos), se enamora de una dama de la alta sociedad que es infeliz en su matrimonio. Pat también tuvo novias que estaban casadas: se enamoró con toda su alma de una mujer inglesa que tenía un matrimonio convencional. Caroline, el gran amor de su vida, nunca cedió a las peticiones de libertad y compromiso de Pat y prefirió permanecer en un matrimonio que ella misma percibía como una cárcel. El final feliz de Carol realmente cambió el mundo, ya que hasta ese momento se asociaba la “desviación sexual” con un destino vital desgraciado. Muchísimos lectores homosexuales escribieron a la autora mostrándole su entusiasmo y agradecimiento por el regalo de ese final feliz... Les dio a los lectores la posibilidad: cuando uno puede imaginar algo, es cuando lo puede llevar a la realidad. En el momento en el que crees en una nueva posibilidad, esta se manifiesta, se hace posible en tu vida. ¡Imagina más posibilidades y no dejes de leer para coger ideas!

17 Frases de los Diarios de Patricia Highsmith para la eternidad.  

- “Cuanto estoy (en una relación) con un hombre me siento como si estuviera en una cárcel”.

- “La confianza en uno mismo lo es todo. ¿Todo? Sí, todo”.

- “Como novelista, puedo decir – o me gustaría declarar aquí por lo menos – que el diccionario es el libro más entretenido que he leído”.

- “Un artista no puede vivir consigo mismo y también con una mujer. Cómo se ha conseguido tal cosa es algo que escapa a mi comprensión”.

- “El objetivo de escribir una novela es la propia transformación psicológica”.

- “Moriré rodeada de personas que no entenderán ni una palabra de lo que digo”.  

- “Estar a solas es lo más cercano a ese otro paraíso en la tierra, amar y ser amada”.

- “Mi cobardía, si la hay, estriba solo en la indecisión”.

- “A todas las gentes del mundo cuyo pan de cada día, si lo tienen, tiene el sabor amargo de la injusticia”.

- “La plegaria de un amante: hagamos el favor de comprender que tenemos capacidad de hacernos daño mutuamente y en consecuencia hagámonoslo lo menos posible.”

- “No te enamores nunca de un artista. Cuando llegue la hora de trabajar, te mirará como si no te conociera y te pondrá de patitas en la calle”.

- “Qué dichoso el instante en el que se decide esperar.”

- “Soy tan feliz que a veces me siento estúpida”.

- “Es necesario estar a solas para darse cuenta de lo triste que está uno. Y también es necesario estar a solas para darse cuenta de lo feliz que es. La última sensación es menos común y más asombrosa. Pero las bendiciones de quien está feliz no tienen fin”.  

- “Ojalá pudiera ir a la tienda y comprar chistes en lata. Son tan nutritivos como la sopa”.

- “Por lo menos mi madre morirá con la firme convicción de que tenía razón. A pocos se les concede esa satisfacción”.

- “¡Un brindis por el optimismo y la valentía!

¡Una copa por la osadía!

¡Y laureles para quién dé el salto!” (Diarios y Cuadernos, año 1979)

Gracias por leer, un saludo y hasta pronto

Carmen

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 15 de mayo de 2023

Cuando ser pobre es un pecado

Fotografía: “Las colas del hambre en España”. Fuente: ABC.

 

La escritora y filósofa Adela Cortina, acuñó el término aporofobia mediante su libro Aporofobia. El rechazo al pobre: un desafío para la democracia (2017), libro en el que incide que lo que se odia realmente es la pobreza en sí, más que el hecho de sentir animadversión por otras razas, o por los extranjeros. Aunque matizo que según encamines tus pasos hacia la España profunda, o hacia el Cinturón de la Biblia norteamericano, el odio al forastero, porque sí, sin ningún motivo, prevalece, independientemente de la posición económica del objeto odiado. Muchos demuestran una hostilidad furiosa ante una sociedad que está en permanente cambio. Según Cortina, todos tenemos una predisposición a padecer aporofobia, algo que debemos remediar mediante la educación, la eliminación de las desigualdades económicas, y el hecho de inculcar en las escuelas el respeto a lo diferente.

La actual crisis sanitaria está empujando a muchas personas a la pobreza. Mucha gente ni se había recuperado de la crisis de 2008, (o empezaba a recuperarse), y esto ha supuesto un golpe definitivo a sus precarias finanzas. El reconocido poeta sirio Adonis se pregunta si no es más peligroso hacer que la población pase hambre que el propio virus. El confinamiento supuso la sentencia económica de muchísima gente que come con lo que gana en el día, trabajando en la construcción, o en el campo, o vendiendo cosas en un puesto de mercadillo. Antes de esta crisis ya había trabajadores pobres que dedican el 70 o el 80% de sus ingresos a pagar la vivienda, a cambio de no comer. Como decía el gran Quino: Problema, juegan las negras y dan jaque mate cuando les da la gana.

Según Paul Auster, el racismo, muy relacionado con la aporofobia, es el defecto mortal de Estados Unidos, ya que gran parte de la población blanca es hostil a los inmigrantes, teme al otro, y se siente enfadada por considerarse ignorada por la cultura general. Hay mucha gente que se siente así, también en muchas partes de Europa occidental. La escritora Zadie Smith relaciona el racismo más con el desprecio al otro que con el odio, porque sentir odio implica el reconocimiento de la existencia de otro. El desprecio sólo busca la invisibilidad.

Conozco a través de las redes el síndrome de doña Florinda, término acuñado por Rafael Ton en su libro. Este síndrome se hizo realmente popular con la serie televisiva “El chavo del 8”, (1971). En la serie conocemos a Doña Florinda, que se dedica a odiar a quien esté un poco mejor que ella, aquel que pueda viajar, o que pueda comer en restaurantes de vez en cuando. Los que padecen este síndrome pueden vivir en un barrio obrero, pero a lo mejor pueden pagar el alquiler, e incluso llevar al niño a un colegio privado, (de los más baratos). Votan a la derecha, y marcan distancias con la plebe a la que ellos mismos pertenecen. Como señaló el mismo Rafael Ton: “Repiten como loros “no queremos ser Venezuela”, como si vivieran en Manhattan o en el Principado de Mónaco”. Desgraciadamente este síndrome nos demuestra que hay muchas personas que miden su autoestima por comparación, que se sienten mejor por tener algo de dinero y siendo conscientes de que otros pasan hambre. Esto les hace sentirse triunfadores en esta “pelea” de la vida.

En España, las rentas mínimas de inserción no llegan ni al 10% de la población vulnerable. El ingreso mínimo vital fue puesto en marcha el pasado 15 de junio y a finales de noviembre, dos de cada tres solicitudes no han sido respondidas. La misma Administración ha reconocido que hay un “cuello de botella” para tramitar los expedientes, y que todo va más lento de lo deseable.

En los supermercados de la ciudad o en sus cercanías he visto muchas cosas tristes: Una vecina del barrio que compraba una carcasa de pollo en la carnicería por un euro y medio. También veía todos los meses la compra grande de una señora en el supermercado a primeros de mes: máximo un gasto de 37 euros. Su compra incluía un pollo y muchos macarrones. Comprobé que algunas cajeras hacían un mohín de disgusto a algunos clientes cuando la compra era pequeña. Todo lo contrario de otro supermercado que conozco al que va gente muy humilde: siempre gracias y una sonrisa aunque sólo te gastes un euro.

En la ciudad conocí en la calle a un hombre desesperado porque sólo llevaba moneditas y no le alcanzaba para comprar la barra de pan. Había sido de clase media hasta ayer o esa impresión me dio. También en aquella época conocí a una chica que trabajaba en una copistería. Me contó que luchaba por animar a su marido en paro, y sentía que cargaba el mundo sobre sus hombros, y que estaba harta de ser la única que subía la moral en su casa. En el campo, un camarero me dijo apesadumbrado que antes la gente ayudaba a los pobres, les daban un pollo o unas naranjas, y añadió un punto cabreado: “Ahora te ven muerto de hambre y te dejan morir”.

Quizás ha llegado también al campo esta dureza e impiedad de las ciudades, y aquí todos, en todas partes, estamos practicando a fondo el sálvese quien pueda. La Administración debe ponerse las pilas, incluso sufrir una transformación profunda, para reducir las desigualdades, porque la realidad es más rápida que la burocracia y ahora es imperioso solucionar lo urgente.

Gracias, un saludo y hasta pronto




 

 


sábado, 13 de mayo de 2023

Brujas literarias

Brujas literarias


El libro Brujas literarias. Una celebración de escritoras mágicas, de Taisia Kitaiskaia, ha sido para mí la sorpresa literaria de este año tan duro y extraño, donde he descubierto a varias autoras que no conocía, y he profundizado en el conocimiento de otras. Publicado en 2017 e ilustrado por Katy Horan, el libro me parece un océano lleno de sirenas que nadan sobre las espigadas olas del bello y profundo subconsciente femenino.


Esta especial guía menciona a 30 brujas literarias, entre ellas Gertrude Stein, Sylvia Plath o Angela Carter. Todas ellas tienen una especial capacidad para trascender a la realidad que nos rodea, el talento de crear una nueva visión que en muchas ocasiones nos perturba profundamente a los lectores. Ellas te llevan por un nuevo camino de sentidos y sentimientos, y piensas a veces que te gustaría tener esa intuición afilada como un cuchillo, para poder desbrozar lo intangible, de un modo aparentemente tan fácil como lo hacen ellas.

Como la poeta rusa Anna Akhmatova que, bajo la hambruna de Stalin, estaba en una cola para pedir comida: leche, pan, patatas. Cuando llegó su turno de recoger la comida, la oficial le dio además un huevo dorado y le dijo: “Tú debes contar nuestra historia”. Anna pudo escuchar el corazón salvaje de su nación latiendo dentro del huevo, y asumió como propio el deseo de la oficial.

Para Kitaiskaia, “una bruja es una mujer que existe por y para sí misma. Esposa, hermana, madre, virgen, prostituta, todos estos arquetipos están basados en las relaciones que se tienen con los demás. La Bruja, sin embargo, es una mujer que permanece enteramente por sí misma. Ella es una outsider, una mujer que observa las normas sociales desde un privilegiado “afuera”, es un agente de cambio y su regalo es la transformación.”



Tres destacadas brujas literarias fueron las hermanas Brontë. Emily, la autora de Cumbres borrascosas, escribió sobre el romance cruel y apasionado. Charlotte creó Jane Eyre, y nos descubrió a una protagonista inteligente, sensible, capaz de amar con todas sus fuerzas. Anne, la pequeña de las tres hermanas, escribió Agnes Gray, basada en su experiencia como institutriz. Las tres trascendieron a los páramos que las rodeaban, a una vida aislada en la casa familiar. Las tres fueron institutrices, que en aquellos tiempos era una profesión dura, permaneciendo siempre en un segundo plano de la vida familiar de los empleadores. Charlotte decía de este trabajo: “No tienes existencia, no eres considerada como un ser vivo y racional”. En el cuadro La institutriz, de Richard Redgrave, (1844), se ilustra muy bien la situación de estas trabajadoras del siglo XIX. La institutriz aparece a la izquierda del cuadro, sentada en la oscuridad, mientras sus alumnas, las niñas de la casa, permanecen en la luz.


La poeta Alejandra Pizarnick sólo vivió 36 años. En su lucha contra la depresión, murió por sobredosis en 1972. Sus padres eran judíos rusos y ella nació en Argentina. Se educó en ambas culturas, pero escribía sus poemas inspirados por el surrealismo en español. La poeta atraviesa un papel que tiene en la mano y llega a un palacio. En el recibidor, una mujer toca un arpa de papel y se dirige a ella: “Si no te vas ahora, tú también te convertirás en una muñeca de papel”, así que Alejandra escapa a través de una puerta de papel que la trae de vuelta a casa. Pizarnick escribió sobre la locura y la muerte, el silencio o la ausencia. Escribió: La canción de ausencia de las lilas suena a través de tus propias costillas. Atenta a los sonidos y a las sensaciones, la escritora ha alcanzado fama internacional y en la actualidad es leída por lectores de todo el mundo.


Otra escritora de las mencionadas en Literary Witches es Emily Dickinson, considerada hoy en día como una de las grandes poetas de la lengua inglesa. Dickinson vivió toda su vida en Amherst, Massachusetts. A partir de los 20 años, prefirió cultivar una vida más íntima, rechazando la religión convencional y la extenuante vida social de su acomodada familia. Mantenía una intensa relación epistolar con los amigos, a la vez que cultivaba el jardín de la mansión familiar, y creó una poesía original sobre temas universales: Dios, la muerte, el dolor, el amor. Cuando falleció, en 1886, sus familiares se sorprendieron al encontrar su obra poética: casi 1800 poemas cuidadosamente guardados en un cajón. La familia consiguió publicar sus poemas cuatro años más tarde, y éstos recibieron de la prensa machista de la época críticas feroces: acusaron a Emily de de delirar y de escribir de un modo “demasiado femenino”. Menos mal que vino el tiempo para arreglarlo todo: Emily es una visionaria que atiende a los golpes de intuición que provienen del futuro, como si la poeta se desdoblara entre la mujer del presente y la mujer del porvenir. Su poesía es toda una escuela de lo importante, que ha visto reconocida justamente su lugar en la historia de la literatura universal.


Las brujas literarias nos enseñan a estar atentos a nuestras propias percepciones e intuiciones, a ser consciente de las señales que iluminan nuestro camino. Nos enseñan a transitar por la vereda de los sueños, de un modo mucho más libre que antes de haberlas leído. No hay mejor regalo que, mediante la lectura, y mediante la aventura, te otorguen los instrumentos para poder soñar mejor.


Gracias. Un saludo y hasta pronto.

 


 

A la búsqueda de las mujeres

Una historia ilustrada de las mujeres


Hace un tiempo compré Herstory. Una historia ilustrada de la historia de las mujeres. Mi deseo era atar cabos. Atar cabos entre cosas de las mujeres que había leído en libros, o en los periódicos, o había visto en las películas. Mi intención al comprar este libro era crear una especie de hilván que enhebrara para mí todos estos hechos y acontecimientos importantes relacionados con ellas.

En realidad, los libros ilustrados están viviendo en la actualidad un auténtico boom editorial: es la explosión de lo visual. Son libros preciosos, auténticas joyas de encuadernación e ilustración, que en un principio se publicaban para un público infantil, pero los volúmenes ilustrados también han conseguido fascinar a los adultos.

Herstory trata sobre el papel de muchas mujeres destacadas, desde la prehistoria hasta el siglo XXI; quizás no alcanzando una gran profundidad, por lo extenso del tema, pero sí sirve para ubicar a tantas mujeres que sabías de ellas, pero ahora te das cuenta que no sabes tanto.

He conocido a través de este libro a muchas mujeres que estaban ocultas para mí: mujeres bereberes, chinas, japonesas, indias, que han destacado a lo largo de la historia y me han hecho aprender cosas heroicas y deliciosas relacionadas con otras culturas. He conocido mejor a la pintora Artemisia Gentileschi que en el siglo XVII, fue la primera mujer admitida en la Academia de Dibujo de Roma, y dejó esta frase para la posteridad: “Mientras viva, tendré el control sobre mí misma”, adelantándose así a Mary Wollstonecraft que afirmaba: “No quiero que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”, una frase revolucionaria que aún mantiene su vigencia: en este mundo que vivimos muchas personas no soportan la libertad de las mujeres para decidir sobre sí mismas y sobre su destino.

La revolución francesa mostró a las mujeres el techo de cristal. Y me ha encantado saber sobre mujeres piratas del siglo XVIII, sobre mujeres en Latinoamérica luchando contra la esclavitud en el siglo XIX, también conocer con más detalle el sufragismo inglés y norteamericano, o la revolución mexicana donde las “soldaderas” ejercieron un papel fundamental. Ya en el siglo XXI, el libro narra los principios de la marea feminista española. Habla del #MeToo, donde mujeres de todo el mundo contaron los abusos que habían sufrido, con la esperanza de que en un futuro próximo no se necesite confesar traumas individuales para entender opresiones comunes.

Leí también los dos tomos de Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, maravillosamente ilustrados. Los dos libros son inspiradores, tratan sobre grandes mujeres que te propulsan a tener tus propias ideas sobre la superación y la constancia a la hora de conseguir tus sueños. Muchas de esas ideas son auténticos manuales de supervivencia. Por otro lado, algunas historias de estas grandes mujeres asustan, y te sorprende conocer cuanta muerte trágica se produce por la lucha por conocer la sabiduría y la justicia, por trabajar contra las desigualdades. Leyendo sobre estas mujeres valientes, al final te queda la sensación que, como mujer, sólo siendo realmente heroica puedes destacar en tu área profesional.

Leyendo estos “cuentos” encuentro frases prodigiosas. Florence Chadwick, nadadora, fue la primera mujer que cruzó a nado el canal de la Mancha, y decía acerca de sus largas travesías marinas: “Mantengo una imagen mental de la orilla mientras nado”. Todos podemos mantener una imagen mental que sea el ancla que nos amarre cuando intentamos conseguir nuestros objetivos.

Eleanor Roosevelt, que fue primera dama de los Estados Unidos, y dirigió la creación de la Declaración de los Derechos Humanos, dijo: “Haz todos los días algo que te dé miedo”. Algo que no te apetece hacer, pero sabes que mejorará tu vida. La pintora Georgia O’Keeffe, que pintaba bellos y coloristas cuadros de flores, entre otros temas pictóricos, decía: “Se requiere valor para crear un mundo propio”. Le doy toda la razón.

En España, en los libros de texto de la ESO, las mujeres sólo aparecen en el 7’6% de los contenidos, pero muchas editoriales ya se están formando en igualdad de género, y tanto éstas como las administraciones intentan aumentar la presencia de las mujeres en los materiales didácticos. Es un hecho reconocido que el trabajo de las mujeres ha sido ocultado deliberadamente a lo largo de la historia, así que algo debe cambiar. Como decía la filósofa Celia Amorós: “El feminismo es una revolución y está absorbiendo a todas las demás". Una de las características de la revolución actual es que se desplaza a la mujer blanca de clase media como sujeto universal del feminismo. El feminismo de ahora engloba a todas las razas y a todas las identidades sexuales. Afortunadamente.

Gracias a los muchísimos libros que se están escribiendo sobre mujeres destacadas en la historia, estamos creando referentes femeninos muy valiosos a las niñas. Es encender una luz en la mente de las niñas y las mujeres, una luz que les susurra: “Tú también puedes hacerlo”. Allá donde no llega la educación establecida, llega nuestra propia auto educación a través de nuestra biblioteca, porque, como decía Doris Lessing, “la biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo”.

Gracias, un saludo y hasta pronto.

 

 

viernes, 12 de mayo de 2023

Las mujeres que no creen en las mujeres

 

Mujeres que son lobos para otras mujeres


Leo en prensa que las mujeres rurales tardan una media de 20 años en denunciar la violencia machista, debido a múltiples factores: la dependencia económica del maltratador, el miedo a su reacción, y el hecho de que las víctimas están sometidas a un férreo control social y familiar, para que aguanten y no les estropeen “su pacífica vida”. Suele ser un maltrato que se comete a la vista de todos y consentido por toda la sociedad. Según un reciente estudio del Ministerio de Igualdad, en el 90% de los casos se emplea la violencia psicológica contra la víctima. En el mismo estudio se confirma que en el entorno rural, el machismo se perpetúa generación tras generación. La mujer busca ayuda en otras mujeres, esperando muy equivocadamente que sean más receptivas, y sólo se encuentra ante el muro de la incredulidad y la indiferencia, cuando no el desprecio.


En muchos pueblos de la España rural, muchas mujeres de bajo nivel socioeconómico son explotadas por sus familias. Son mujeres que se encargan de cocinar para ocho o diez personas todos los días, de comprar, limpiar, de poner lavadoras para todos y un largo etcétera de tareas propias del hogar. Todo el mundo es consciente de esta situación y en muchas ocasiones las instituciones locales se dedican a mirar a la remota. Y el resto de los vecinos, también.

El Consejo General del Poder Judicial afirmó que, efectivamente, las mujeres están más desprotegidas en el mundo rural, donde los agresores llevan a las víctimas al médico tras sus tropelías, y donde se produce el 70% de los crímenes machistas. También, el mismo Tribunal Supremo constató en una sentencia que generalmente el maltratador recibe todo el apoyo de su familia, que colabora fieramente con el acoso, y por el contrario, el entorno de la víctima la deja caer. No la creen hasta que la han matado. No se cree a las víctimas, por lo tanto no se les ofrece ayuda, y ellas mismas desconocen dónde pedir esta ayuda, los recursos que les ofrecen las administraciones públicas para poder salir de esa situación.

Y hay miles de micromachismos relacionados con no creer a las mujeres, que podemos encontrar a diario en nuestra vida cotidiana: El caso de una mujer que trabajaba en un restaurante y se casó con otra mujer. Ella comunicaba la buena nueva a los clientes, y éstos no la creyeron, no la tomaron en serio e incluso hicieron burlas. A Belén nadie la creyó cuando contó a sus amistades, pidiendo ayuda, que un hombre le acosaba en el colegio de su hija. A Carla nadie la creyó cuando contó que había perdido su trabajo por acoso sexual de su jefe. La gente sólo recordó: “Ha perdido el trabajo”, e incluso muchos la culparon por haber perdido el empleo. A una mujer su marido le clavó un cuchillo en el cuello, y en su pequeña población las mujeres le decían: “Algo habrías hecho…” Ante estos abusos, la sociedad deja solas a las mujeres. Incluso la policía puede desanimar a que se presente la denuncia por acoso sexual. Una mujer quiso denunciar a un tatuador que había abusado de ella. La policía le dijo: “Es tu palabra contra la suya”. Sólo cuando la víctima pudo encontrar a más afectadas, la policía inició investigaciones y el tatuador ha sido condenado a 5 años de prisión.

La mujer colaboradora del patriarcado cree que vive en un mundo idílico, y no tolera que una injusticia le destroce el paisaje, así que se dedica a controlar a las demás mujeres, para que no sean libres. Muchas mujeres no creen por sistema a otras mujeres, y los hombres “buenos”, simplemente, y no es para nada excusable, no quieren meterse en problemas. El no creer a la víctima es revictimizarla.

Como mujer, el no creer a otras mujeres implica una falta grave de autoestima. Tú misma no te tomas en serio, te has tragado el cuento claramente falaz de la sociedad patriarcal que afirma que los hombres son más valiosos que tú, por lo tanto, no eres solidaria con las demás mujeres e incluso te sientes reconfortada ocupando una posición de esclavitud e inferioridad, experimentando una falsa sensación de seguridad. Es un machismo propio de las mujeres que hay que detectar y corregir. No creen a sus compañeras de género y así demuestran que tampoco creen en sí mismas. No consideran que tengan ningún valor, entonces, ¿cómo van a valorar a las demás? Si tú no crees a alguien, le estás quitando todo su valor como persona y cementas el camino para que en el futuro nadie te crea a ti.

Muchas gracias, un saludo y hasta pronto

 


Teletransportándome

Sueños espaciales


Estoy muy contenta desde que han instalado el teletransporte en el barrio. He elegido poner la cabina en mi habitación. Es verde, eléctrica, de diseño. Parece una ducha. Yo no quería todos esos neones, esas luces, pero parece ser que el toque ciencia-ficción viene de fábrica. Funciona con un código personal y naturalmente mientras me deconstruyo y me construyo cuando viajo, la máquina hace un análisis genético y sanguíneo de toda mi estructura, análisis que es el que en realidad funciona como auténtico código de apertura, y que hace prácticamente imposible que alguien pueda entrar en mi casa. ¿Imposible? Y si fallara. Siempre lo he pensado: un desconocido saliendo de la cabina. Pero no, eso no puede pasar.

 

Lo pasé mal las primeras veces que viajaba: me tuve que tomar hasta calmantes, porque por mucho que veo en las noticias que todo el mundo lo hace y que no pasa nada, y no veo miembros descoyuntados ni seres humanos horribles mezclados con moscas, pues no podía evitar sentir una ansiedad exacerbante relacionada con mi posible y propia autodestrucción. Pero el solo deseo de no tener que pasar por delante de las cotillas que siempre se sientan en el portal para poder acceder a mi ático, "allá está, allá arriba, siempre inundado por el sol", me hizo perseverar. Tengo códigos personalizados que reparto entre mis invitados y éstos aparecen así, tan ricamente, en mi salón, inadvertidos a las cotillas de la calle.

 

No veas lo cabreadas que están las marujas de mi vecindario con este invento, desde que varios vecinos avezados nos hayamos apuntado a esta revolución y ellas no pueden controlar quién entra y quién sale. La que está indignadísima porque no vende nada es la gitana que vende ajos en la puerta de la urbanización, que te salía entre las sombras, a las siete de la mañana cuando yo iba a trabajar físicamente, andando, y te los plantaba en la cara y te gritaba: "¡¿quieres ajos?!", y tú creías que te transformabas, y te sentías por unos segundos una auténtica vampira dando manotazos desesperados para apartar de ti la cabeza de ajos que ella agitaba también desesperadamente delante de tus ojos.

 

Todavía no tengo códigos internacionales. Muy poca gente los tiene: diplomáticos, políticos de alto nivel. Todavía no saben cómo regular el invento, se ve que no les apetece que me plante en Japón esta tarde, así que por ahora sólo me traslado por la ciudad en la que vivo, como todo el mundo. Las agencias de viajes se tiran de los pelos ante el avance tecnológico, y oigo cosas en el telediario que no quiero creer, como la pareja que se amaba tanto que decidieron teletransportarse juntos y convertirse en una sola persona. Uf, siento escalofríos.

 

Me pregunto dónde iré esta noche. No todos los sitios tienen cabina de recepción de viajeros. Ojeo la Guía del teletransporte, revista de novísima y reciente publicación que informa de los locales de marcha que poseen el mecanismo. Leo Ay, Carmela: música española y ambiente selecto. Ah, mira qué bien, a éste nunca he ido.

 


 

 

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